jueves, 28 de febrero de 2008

Teatro aéreo: nuevamente en Bogotá.


Por segunda vez en la historia del teatro en la capital llega desde Francia “Lluvia de violines”, una obra de teatro aéreo que se presentará en los próximos días en la Plaza de Toros en el marco del decimoprimer Festival Iberoamericano de Teatro.

Está a cargo de la compañía francesa Circo da Madrugada y llegará a la Santamaría con su obra en la que ángeles volarán literalmente. De unos cables de solo dos centímetros de diámetro y 400 metros de largo, se tirarán 14 actores desde las azoteas de la Torre Colpatria y Seguros Tequendama, hasta el ruedo de la Plaza de Toros. Según el Diario el Heraldo, a este montaje se le sumará una araña metálica de 12 toneladas de peso y 15 metros de altura, donde trapecistas, payasos y demás personajes circenses nos presentarán uno de los más bellos espectáculos de circo aéreo que han llegado al Festival en toda su historia.

El director artístico y autor es Gilles Rhode, uno de los pioneros del arte callejero y cuyas deas provienen de los conocimientos que posee sobre decoración, escultura y artes vivas. La obra tiene como objetivo principal ser como un móvil de la cuna de un bebé, sólo que a gran escala.

En esta obra todo tiene que ser posible. En Bogotá para el montaje se necesitará conseguir una grúa con un brazo de 30 metros que se ubicará con 15 grados de inclinación. De ésta, se suspenderán a lo menos 10 de los artistas. Además de la grúa, 200 técnicos serán los encargados de que las luces, sonido y estructuras, marchen a la perfección. Aunque el escenario elegido fue la Plaza de Toros de la Santamaría las cuerdas estarán sujetas a dos edificios cercanos.

A pesar de la complejidad del montaje no se presentará sólo una vez. “Lluvia de Violines” tendrá seis presentaciones e igual número de veces los actores pasarán por encima de quienes transiten por las carreras 7 y 13.

Esta no es la primera vez que una obra de este corte visita la capital. En el 2006, la “La caída de los ángeles” del Kant Piccola del Teatro de Italia fue la encargada del cierre del festival.

Aunque es una de las más difíciles de presentar su costo no es el más elevado. Si desea asistir puede comprar sus entradas en Tu boleta o en la taquilla de la Santamaría. Los precios oscilan entre 60 y 90 mil pesos.

jueves, 21 de febrero de 2008

Teatro ciego: ¿de qué se trata?

Las luces, los colores, la plasticidad y el movimiento son algunos de los elementos protagónicos de una obra de teatro. Sin embargo, desde hace algunos años, se viene desarrollando una técnica teatral que rompe todos los esquemas y renuncia a dichos elementos: El teatro ciego. Y es que para disfrutar de esta nueva modalidad de teatro usted no necesita ver absolutamente nada. Percibir como un ciego es precisamente la idea fundamental del mismo. Los espectadores ingresan guiados por un actor al escenario a lo que se denomina el “espacio negro”. Allí, se está expuesto a diversas sensaciones olfativas, táctiles y auditivas. Para las personas con visibilidad normal casi el 80 por ciento de los estímulos que reciben ingresan mediante la vista; cuando este sentido se anula automáticamente se agudizan los demás. Este hecho es muy tenido en cuenta y aprovechado por los actores que sorprenden al espectador con una pieza cargada de experiencias sensitivas únicas.

Una de las obras más famosas de este género es la Isla Desierta de Roberto Arlt, que ha sido puesta en escena por el grupo argentino Ojcuro y que es dirigida por José Menchaca, también oriundo de este país. La mayoría de actores que lo conforman carecen de la visión. La obra de Arlt se presta maravillosamente a este desafío. El escenario de la historia es una oficina con vista al puerto de Buenos Aires en la que varios empleados oprimidos, cansados y obligados a trabajar en un oficio monótono, un día cualquiera descubren que la felicidad en sus vidas brilla por su ausencia y que la forma de afrontar el día a día acentúa dicha sensación. Las voces recias de los protagonistas, acompañadas por los sonidos propios de los instrumentos del lugar, permiten a los espectadores trascender su papel y hacerse partícipes de la misma. La obra no se conforma con ofrecer sonidos para crear la atmósfera teatral, también aparecen olores y sensaciones que trasladan a los personajes -de la mano del público- a donde el director desea situarlos. Por momentos el escenario se convierte en una selva inhóspita, pero -instantes después y sin moverse de la sillas- el público se halla en Shangai y de Shangai sin siquiera un cambio de decorado pasa al mar, todo esto a través de los sentidos más olvidados por una sociedad altamente visual: el oído, por supuesto, pero también el tacto y el olfato.

A esta obra se le suman otras más como “Bajo el Puente”, montaje mexicano dirigido por Juan Carlos Saavedra en el que se aborda la historia de Sofía una adolescente que pierde a sus padres y que imaginariamente conoce a Pablo alguien que le permite alcanzar la paz aunque ello le implique renunciar a su propia vida.

Con esta nueva modalidad del teatro no sólo se aprecia esta expresión artística desde otro lugar sino que se logra acercar a los espectadores a la realidad de aquellos que carecen parcial o totalmente del sentido de la vista. El público asistente sale conmovido de la sala no por la historia en sí, sino porque en su cotidianidad conviven con una extrema dependencia a lo que perciben a través de sus ojos.

Lamentablemente en Colombia no ha habido ninguna experiencia de este tipo, aún así esperamos que en corto tiempo estemos disfrutando de esta nueva, pero maravillosa expresión teatral.