martes, 25 de marzo de 2008

Chingaza: parque, represa y agua para los bogotanos

El Ingreso al Parque es a las 8 :00 y se cierra a las 15 :00 horas debido a las condiciones de las vías, la neblina, la lluviosidad, y los hábitos de la fauna.
Para ir usted debe llevar ropa adecuada para clima de páramo, pasa montaña, chaqueta, medias de lana, botas, impermeable, crema protectora para el sol, linterna, alimentos energéticos y bolsas para la basura. Para acampar, lleve equipo completo, colchoneta, saco de dormir y lámpara.

Los principales objetivos del parque son conservar áreas naturales poco intervenidas para la realización de investigaciones científicas, actividades recreativas y educación ambiental. Además, proteger espacios productores de bienes y servicios ambientales.

Los recorridos del parque son La Arboleda (300 metros), Mirador de los cóndores, laguna de Chingaza, mirador de la laguna de Chingaza, Piedras Gordas y Suasie (Monte redondo).
Hace siete años el parque sufrió un ataque terrorista por parte del grupo Gerrillero de las FARC. Ellos querían dejar sin agua a la capital y provocar una avalancha que podría cubrir la ciudad de Villavicencio.
Posee climas cálido, templado, frío y de páramo. Sin embargo, en todas las zonas ecoturústicas el clima es páramo o muy frío y lluvioso. La temperatura oscila entre los 4 y 21.5 grados centágrados.

Posee más de 383 especies de plantas y se estima que la flora total del área puede sobrepasar las 2.000 especies. Los frailejones, las árnicas y los musgos de pantano son maravillas para la conservación de la humedad ambiental.

Este Parque está dividido en 4 sectores: Monte Redondo, Lagunas de Siecha, Laguna de Chingaza y Mangon Grande


La fauna del parque está compuesta por: gallinetas azules, águilas, chivos de páramo, osos de anteojos, venados colorados, dantas, ardillas y muchas otras, las cuales se encuentran, en su mayoria en peligro de extinción.

A parte de la riqueza en flora y fauna que representa para el país, es una zona estrátegica debido a que el 90% de agua que consumen los capitalinos proviene de la represa construida allí.


Chingaza es un parque natural creado en mayo de 1.977 y cuenta con una extensión de 53.385 hectáreas.

jueves, 13 de marzo de 2008

El arte callejero llega a la ciudad teatro.

Ha parado de llover. El pavimento aún húmedo, refleja las luces de la avenida, de los automóviles y de los semáforos. De pronto, una figura humana surge del separador con un bastón en cuyos extremos arden bolas de estopa impregnadas de combustible, el mismo que puesto en las busetas contamina la ciudad, pero que aquí, en este punto, alimenta una ilusión. El malabarista, se inclina antes es público fugaz y anónimo que se resguarda detrás de las ventanas de sus carros, y que a esa hora se dirige hacia sus casas o a quien sabe donde, con la intención de recibir de estos unas cuantas monedas. Hay malabares, el fuego forma figuras surrealistas y de la boca del malabarista sale en repetidas ocasiones enormes llamaradas. El show termina y este personaje, con los ojos enrojecidos por el esfuerzo y el efecto del combustible en el organismo toca las ventanas de los autos pidiendo alguna retribución, que, muchas veces, no llega por la prisa o la indiferencia de los pasajeros.

Este improvisado artista que ha colonizado este semáforo, por primera vez en la historia, tendrá la oportunidad de lucirse en Coorferias, la ciudad teatro que se instaló en el marco del la versión número once del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Y es que en un acto de grandeza, la producción del festival ha permitido que los artistas callejeros, como mimos, zanqueros, estatuas humanas, monocicleteros, bailarines, malabaristas y hasta tragafuegos, como aquel de esta historia urbana, participen en este, sumándose a la actividad de más de quince colectivos teatrales, entre los que se destacan, Capoeira Nago, Guagua Circo, Circo Teatro, Asociación Salta Charcos, Unión temporal de actores, quienes junto con culebreros, faquires y otros artistas callejeros, tienen unos espacios denominados callejones y semáforos en hora buena cedidos por el festival.

El arte es una actividad que no conoce estratos. A pesar de que las tablas de un teatro no sean precisamente el escenario donde miles de artistas de la ciudad presentan sus obras, es importante que se reconozca el valor artístico de las mismas, y que se incluyan en el festival que actualmente se considera el más importante del país y uno de los más importantes del mundo. Es excelente no sólo para los que vemos el arte como espectadores, sino para aquellos que por primera vez en la historia, podrán demostrar su talento ya no ante un público anónimo y con la intención de recibir unas monedas como pago, sino de exhibir con orgullo lo que hacen para ganarse la vida.

En plena crisis del 99, el reconocido economista Rudolf Hommes afirmó sarcásticamente en la radio que teniendo en cuenta que las cifras del DANE señalaban que en un semáforo en Bogotá se encuentran al menos 25 personas ocupadas, se deberían instalar mil semáforos más para generar 25.000 nuevos puestos de trabajo. La cosa evidentemente no puede ser así. Sobra decir, que la idea ridícula del señor Hommes está absolutamente fuera de lugar. Las alternativas son otras. Y la de abrir las puertas del corazón del festival es una buena entrada para cerca de artistas callejeros. Que según cifras presentadas por el Festival son cerca de 180.

Según Ramiro Osorio, ministro de Cultura, al presentar la sexta versión del Festival, en 1998 “La repercusión del Iberoamericano al interior del movimiento teatral colombiano ha sido definitiva, pues ha propiciado el conocimiento de las diversas tendencias del teatro universal, de sus máximos creadores, de sus compañías emblemáticas y ha estimulado la creación artística nacional con visiones más amplias, con metodologías renovadoras y con nuevos lenguajes”. Hoy 10 años después podemos reafirmar las palabras de Osorio.

jueves, 28 de febrero de 2008

Teatro aéreo: nuevamente en Bogotá.


Por segunda vez en la historia del teatro en la capital llega desde Francia “Lluvia de violines”, una obra de teatro aéreo que se presentará en los próximos días en la Plaza de Toros en el marco del decimoprimer Festival Iberoamericano de Teatro.

Está a cargo de la compañía francesa Circo da Madrugada y llegará a la Santamaría con su obra en la que ángeles volarán literalmente. De unos cables de solo dos centímetros de diámetro y 400 metros de largo, se tirarán 14 actores desde las azoteas de la Torre Colpatria y Seguros Tequendama, hasta el ruedo de la Plaza de Toros. Según el Diario el Heraldo, a este montaje se le sumará una araña metálica de 12 toneladas de peso y 15 metros de altura, donde trapecistas, payasos y demás personajes circenses nos presentarán uno de los más bellos espectáculos de circo aéreo que han llegado al Festival en toda su historia.

El director artístico y autor es Gilles Rhode, uno de los pioneros del arte callejero y cuyas deas provienen de los conocimientos que posee sobre decoración, escultura y artes vivas. La obra tiene como objetivo principal ser como un móvil de la cuna de un bebé, sólo que a gran escala.

En esta obra todo tiene que ser posible. En Bogotá para el montaje se necesitará conseguir una grúa con un brazo de 30 metros que se ubicará con 15 grados de inclinación. De ésta, se suspenderán a lo menos 10 de los artistas. Además de la grúa, 200 técnicos serán los encargados de que las luces, sonido y estructuras, marchen a la perfección. Aunque el escenario elegido fue la Plaza de Toros de la Santamaría las cuerdas estarán sujetas a dos edificios cercanos.

A pesar de la complejidad del montaje no se presentará sólo una vez. “Lluvia de Violines” tendrá seis presentaciones e igual número de veces los actores pasarán por encima de quienes transiten por las carreras 7 y 13.

Esta no es la primera vez que una obra de este corte visita la capital. En el 2006, la “La caída de los ángeles” del Kant Piccola del Teatro de Italia fue la encargada del cierre del festival.

Aunque es una de las más difíciles de presentar su costo no es el más elevado. Si desea asistir puede comprar sus entradas en Tu boleta o en la taquilla de la Santamaría. Los precios oscilan entre 60 y 90 mil pesos.

jueves, 21 de febrero de 2008

Teatro ciego: ¿de qué se trata?

Las luces, los colores, la plasticidad y el movimiento son algunos de los elementos protagónicos de una obra de teatro. Sin embargo, desde hace algunos años, se viene desarrollando una técnica teatral que rompe todos los esquemas y renuncia a dichos elementos: El teatro ciego. Y es que para disfrutar de esta nueva modalidad de teatro usted no necesita ver absolutamente nada. Percibir como un ciego es precisamente la idea fundamental del mismo. Los espectadores ingresan guiados por un actor al escenario a lo que se denomina el “espacio negro”. Allí, se está expuesto a diversas sensaciones olfativas, táctiles y auditivas. Para las personas con visibilidad normal casi el 80 por ciento de los estímulos que reciben ingresan mediante la vista; cuando este sentido se anula automáticamente se agudizan los demás. Este hecho es muy tenido en cuenta y aprovechado por los actores que sorprenden al espectador con una pieza cargada de experiencias sensitivas únicas.

Una de las obras más famosas de este género es la Isla Desierta de Roberto Arlt, que ha sido puesta en escena por el grupo argentino Ojcuro y que es dirigida por José Menchaca, también oriundo de este país. La mayoría de actores que lo conforman carecen de la visión. La obra de Arlt se presta maravillosamente a este desafío. El escenario de la historia es una oficina con vista al puerto de Buenos Aires en la que varios empleados oprimidos, cansados y obligados a trabajar en un oficio monótono, un día cualquiera descubren que la felicidad en sus vidas brilla por su ausencia y que la forma de afrontar el día a día acentúa dicha sensación. Las voces recias de los protagonistas, acompañadas por los sonidos propios de los instrumentos del lugar, permiten a los espectadores trascender su papel y hacerse partícipes de la misma. La obra no se conforma con ofrecer sonidos para crear la atmósfera teatral, también aparecen olores y sensaciones que trasladan a los personajes -de la mano del público- a donde el director desea situarlos. Por momentos el escenario se convierte en una selva inhóspita, pero -instantes después y sin moverse de la sillas- el público se halla en Shangai y de Shangai sin siquiera un cambio de decorado pasa al mar, todo esto a través de los sentidos más olvidados por una sociedad altamente visual: el oído, por supuesto, pero también el tacto y el olfato.

A esta obra se le suman otras más como “Bajo el Puente”, montaje mexicano dirigido por Juan Carlos Saavedra en el que se aborda la historia de Sofía una adolescente que pierde a sus padres y que imaginariamente conoce a Pablo alguien que le permite alcanzar la paz aunque ello le implique renunciar a su propia vida.

Con esta nueva modalidad del teatro no sólo se aprecia esta expresión artística desde otro lugar sino que se logra acercar a los espectadores a la realidad de aquellos que carecen parcial o totalmente del sentido de la vista. El público asistente sale conmovido de la sala no por la historia en sí, sino porque en su cotidianidad conviven con una extrema dependencia a lo que perciben a través de sus ojos.

Lamentablemente en Colombia no ha habido ninguna experiencia de este tipo, aún así esperamos que en corto tiempo estemos disfrutando de esta nueva, pero maravillosa expresión teatral.